En esta torre devota, pesada
con sus amarres sorpresivos
la tristeza cortante
que hacen noche de los días
y sus fundamentos ágiles
para
la ausencia de mí misma
voy siendo los hombres que amé
los hombre que dejé de amar
los hombres que jamás me amaron
entran y salen y vuelven a entrar
como semillas entre rocas permisivas
como tatuajes y calibres
como funciones de Bergman.