Carta a Akira Yoshimura -vida-

Señor Akira:
acabo de terminar de leer Toi Hi No Senso. Son casi las seis de la mañana. Todavía no dormí. No sé si lo haré. Lo único que puedo saber en este momento, lo único que puedo sentir, ahora, es el deseo de escribirle.
Comencé con la historia de Takuya hace pocos días, para ser exacta, hace tres días. Debería decir que me comí su libro, lo devoré. Me costaba muchísimo interrumpir la lectura para hacer las cosas que uno debe hacer, al menos lo que yo debo hacer: levantarme, tomar el tren, tomar el subte, trabajar, ir a estudiar, volver a tomar el tren, el subte, cenar, compartir con mi compañero, dormir. Y fragmentando esta rutina, esta realidad, sumergirme en Japón, en el cuartel y en ese cerezo que seguía inmune a las columnas de fuego que se comían Fukuoka, a los vagones abarrotados de huesos, al chico que ya no era chico ni grande, a Shikoku y una casa que fue mía hasta que tuve que marcharme, a la cara del tío, consumida por la frustración y la huerta, a las casas donde me alojaron y me despidieron, a la fabrica de cajitas de fósforos, a su dueño bondadoso, al carro y el casco de los soldados norteamericanos golpeando en la cabeza y el agua y los diarios y los juicios y la cárcel y la imagen de un fósforo que se enciende y la certeza de que ya no hay nada, ya no hay lugar donde esconderse, donde volver, y el olvido y la vergüenza, y la miseria y la bronca, y el darme cuenta que por primera vez pude sentir la guerra, tan mía, como pedacito de la humanidad de la que soy parte y la que contengo. Y necesité escribirle para decirle gracias, por la lucidez que pesa pero también libera. Porque siento, que siempre, es mejor saber desde la sensibilidad que vivir con ojos indiferentes, acartonados; porque hace un rato, exploté en llanto rodeada de imágenes. Me hice tristeza. Y prefiero eso, la lucidez que pesa pero también libera.

Gracias.

sin título

No me parece
que tires tu lengua de fuego y espinas sobre mis pies
no me parece que identifiques cada una
de las huellas
del pasado
no me parece que elijas quemarme en tu infierno helado

(voy a correrme para que no me tragues).

sin título

La ciudad
es una linea de luces
perdidas
en la mueca exacta
de ir al trabajo
todos los días.

esto

Humedad que sube y baja
un agujero negro tengo, señores, en mi pecho
señores con dedos filosos
fantasmas que comen las migas
de un banquete en la casa de Drácula
fantasmas con la cabeza pegada al piso
fantasmas que levantan el pie para no pisar las cabezas de los otros fantasmas

un agujero negro, señores
mi sangre caliente
hierve
cuando beso las paredes de la calle
el dios más borracho me ama cuando canto los versos fantasmales
me fundo en maia
no me importa
aterrizo
en mi Cielo en mi Tierra también delirantes

agujero negro
más grande más fantasmas en Buenos Aires
despierten señores
despierten fantasmas

resiste