Estoy conmocionada. La guerra civil española me atrapó hace poco. Porque la entendí hace poco, porque la siento ahora. No me sorprende que mucha gente no sepa que ocurrió por allá entonces. No es fácil resumir años de lucha, resistencia, heroísmo y muerte. Ojala bastara con decir: hubo una vez un pueblo, cuyos obreros y campesinos, intelectuales y artistas dijeron basta, aquí la tierra se comparte, la educación es para todos, la fe de cada uno; entonces aparecieron los otros, los que decían: viva la propiedad privada, Cristo rey en la opulencia, viva la patria de orden. Los primeros eran los republicanos, los segundos los fascistas. La tierra era una sola: España. Los sueños eran muchos. Hombres y mujeres salieron a pelear por La República. Se formaron las milicias, las brigadas internacionales. Fue el pueblo contra el fascismo, pueblo con el brazo en alto y el puño cerrado. Fue el bombardeo de Guernica, fue la masacre de la carretera Málaga-Almería, fueron las bombas en Sevilla. Pero fue también la valentía de todos los que sabían que ahí se estaba jugando el mañana. Un mañana fracturado por la victoria de Franco, que nos dejó sin saber qué hubiera pasado con España, qué hubiera pasado con Europa, qué hubiera pasado con el mundo si los obreros, los campesinos, las amas de casa, los intelectuales y los artistas hubieran ganado. Probablemente no estaría escribiendo esto. Quizá viviría en un mundo de iguales, sin hambre, sin guerra, con oportunidades para todos. Pero me toca esto, mientras busco en el periódico trabajo, y pienso a cada rato que linda miliciana hubiera sido.