Mi pequeña protesta en la Dir. de Recursos -no- Humanos del MTEySS -vida-

2009, aprox.





La tengo más grande, Sr. director.


Me desperté temprano. Me dolía la garganta. Tardé en bañarme. La ropa que había elegido el día anterior no me cerraba. A veces me pasa. Organizo la ropa y al otro día no me gusta. Entonces tardo más de media hora en elegir una nueva ropa. Así es como siempre llego tarde al trabajo, así es como siempre me voy más tarde del trabajo. Entonces tardé en bañarme. Entonces buscaba la ropa. Un pantalón negro de vestir, una camisa blanca con puntilla, el chaleco de hombre que tanto me gusta y no había estrenado, entonces le pido a mi novio que me presté su corbata. Por último, los zapatitos negros. Las pulseras de bolitas negras, para no perder el estilo. El blazzer de corderoy negro. El espejo. Que linda estoy, pienso. No me vestí de hombre. Soy una joven con corbata, una mujer con corbata, nada más, o podría decir que soy yo, solamente yo, sin que aparezca la división que me hace ser nena y no nene. No importa. Era yo, con chaleco y corbata.

Me miraban bastante, principalmente los hombres. Hasta yo creo a algunos les parecía excitante. No sé, se me hace. En el trabajo me felicitaron algunos. No podían creer que me quedase bien un traje, decían. Yo sonreía y caminaba de un escritorio a otro. Es raro. Es rara la ropa. A veces tiene un efecto mágico. Me sentía más fuerte. Obviamente, saludé al Director del área, el mismo que había decidido descontarme un día libre que mi jefa me había autorizado. Y salude a mi jefa, la misma que me había autorizado el día y me había dicho, dos días más tarde, que el día me lo descontarian del sueldo, por orden del director. Saludé a mis compañeros. A ese que seguramente llegará a ministro. Saludé a mis compañeras, la psicóloga que habla poco y una vez me dijo que no llorara frente a la compu. Saludé a mi compañera, bella, filósofa. A la otra, que parece madre de todos y siempre nos mima y nos trae un cafécito o me compra un librito de grasa. Saludé a los del otro sector. La que se quiere ir a México y todos se ríen. Y chusmean. Y yo la veo y le pregunto por el viaje. Saludé a la que tiempo después la mandaron a otra oficina: una chica rubia que siempre decía lo que pensaba. Saludé a Carlos. Que todos piensan que está loco y por eso trabaja pocas horas, es el mismo que a veces me habla de Marx. Saludé a Silvia, que me regaló un cuadro de su autoría donde hay tres flores. Silvia también trabaja pocas horas. Saludé a pocos. Le di un beso en el cachete a varios. Bajé las escaleras y tres personas se rieron de mí. Son las tres personas que a veces escucho cuando bajo la escalera. Son de otro piso. Dos chicas y un chico. El chico siempre se ríe, es el primero que tira la piedra. Las chicas estiran el comenterio como chicle y se ríen los tres. No sé cómo se llaman ellos. Pero sé cómo se llaman algunos de sus compañeros. Ellos tres se ríeron de mí, de mi traje, cuando bajé la escalera. Sentí bronca. Lloré mucho. Sentí tristeza. Pensé que era una idiota por no decirles nada, por dejar que se burlarán de un pantalón, un chaleco y una corbata. Pensé en ser agresiva, o en ser inteligentemente agresiva, irónica. No hice nada. Ahora lo escribo. Quizá les regale este cuento. Quizá los invite a una meditación. O quizá tan sólo los ignore, como se ignoran algunas ideas, algunos caminos, algunas prendas.