Una guerra, todas las guerras

Mis amigos

mis hermanos

mi compañero

se sofocaron mojados en escombros

hinchados de gruñidos ajenos

carroñeros y lejanos y estatales

las balas volaban como cuervos negros

picoteando carne y hueso

nadie venció a nadie

porque la muerte no es el olvido

sino la memoria

de chicos chapoteando entre la sangre

de hombres chapoteando entre la sangre

con la mandíbula apestada de hambre y miedo

nosotras lloramos

y burbujeamos en relatos heroicos

para dar forma a espíritus que no nos visitan

que ruedan, quizá, entre batallones invisibles

todavía.



Obra de Martín Romero